Capítulo V, Libro II - El
Emperador Carlos V en Llanes
Hallábase D. Carlos Emperador en Flandes, al
tiempo que murió su abuelo D. Fernando, que como su curador gobernaba a España,
y sabiendo su muerte, se partió luego para acá, y vino a desembarcar a Villaviciosa,
puerto de Asturias en 19 de Septiembre de 1.517. No se fue por Oviedo, aunque
lo deseaba mucho para visitar las Santas reliquias, por haber mucha peste, y
así fue por Llanes, y muy bien recibido por los Caballeros de Asturias, y muy
regalado, según dice Sandoval; y dice también que esta llegada a Villaviciosa
estaba profetizada mucho antes -«Que al Charco Vicioso Vendrían Muchas Gentes
en Caballos de Madera Acompañando al Gigante»– : y habiendo tomado con su real
persona posesión de su Principado, se fue a Valladolid, donde fue jurado por
Rey de España, juntamente con su madre la Reina Doña Juana que de antes estaba jurada.
En
un libro titulado “Primer viaje a España del Emperador Carlos V en 1517” escrito por Laurent
Vital, flamenco, y servidor domestico del monarca, se describe día por día el
itinerario desde el desembarco en Villaviciosa, hasta su llegada a Valladolid:
sábese por él, que el domingo veinte de septiembre pisó tierra y pasó allí
cuatro noches, saliendo el día veinte y tres de dicho puerto para ir a dormir a
Colunga, dato que está perfectamente de acuerdo con Tirso de Avilés. El jueves,
veinte y cuatro, salió el Emperador de Colunga para descansar en el agradable
puertecito de Ribadesella: que el sábado veinte y seis partió de Ribadesella, y
haciendo una jornada de cinco leguas largas, vino a descansar a una pequeña
población llamada Llanes, no sin atravesar en el camino muchas y elevadas
montañas, y bastantes valles, y con frecuencia ríos peligrosos a causa del
impetuoso curso de sus aguas, no vadeables más que en las bajas mareas, y aún
así llegándoles el agua hasta las sillas de los Caballos.
Al entrar el Rey en Llanes el sábado 26 de
Septiembre de 1.517 fue recibido con regocijo inmenso, hasta el punto, según el
cronista, de decirse de sus habitantes lo mismo que de los de Villaviciosa: que
no tenían para el monarca mas que amor y buena voluntad; que se formó en honor
de S. M. una lucida procesión en la cual el Clero iba delante, atravesando así
la comitiva toda la población, cuyas casas estaban adornadas de verde follaje y
ramos, y cubierto el piso de yerbas olorosas hasta el punto de su alojamiento.
Mucho debió agradar el comportamiento de los llaniscos en esta recepción,
cuando el cronista flamenco no puede menos de exclamar. – Ciertamente
hicieron lo mejor que pudieron, y si mejor hubieran tenido, mejor lo habrían
hecho. Tan luego como la comitiva se apeó, y el rey se posesionó de su
alojamiento, en la casa de D. Juan Pariente (hoy de D. José Bernaldo de
Quirós), los señores de la villa, se presentaron en su cámara, donde fueron
recibidos por S. M. a quien llamaron el «Bienvenido y Estimado de aquella Pobre
y Destruida Población,» y poniendo a sus pies sus bienes y personas, le
ofrecieron pan, vino y carne, dando otras muestras de cariño muy señaladas: en
esta especie de recepción o besamanos, los señores de Llanes presentaron a
Carlos primero la petición de que «Los Tuviese por sus Recomendados, y les
Tuviese como sus Predecesores Los Reyes de Castilla Habían Hecho, sin Ponerlos otro
Guarda ni Gobierno mas que El Suyo, y que con Ayuda de Dios Darían tan Buena
Cuenta de su Villa que Seria Causa de Estar Contento de Ellos» ; petición
notable que revela cuan grande era el apego que entonces tenían a sus
franquicias y libertades.
El
Emperador pasó en Llanes dos noches y un día, o sea desde la tarde del sábado
veinte y seis a la mañana del lunes veinte y ocho de Septiembre de 1517, en que
se puso en marcha para Colombres. Natural era que siendo festivo el día 27,
emplease S. M. y la Corte
una parte del mismo en las practicas religiosas, y así que, oyó misa el Rey en la Iglesia mayor, y por la
tarde asistió a las vísperas: después, la población, que con tan señaladas
muestras de regocijo había recibido al Soberano, procuró festejarle el resto de
la tarde como lo hizo con una corrida de toros, notable, no solo por lo muy del
agrado que fue de los regios espectadores, sino por que ha sido causa de que el
cronista Vital, nos legara una de las mas acabadas e interesantes descripciones
del espectáculo nacional. Hela aquí.
«Por
la tarde y después de vísperas, fue Su Majestad a ver la corrida de toros, que
proporcionó gran diversión por que los toros eran fieros y malos como ellos
solos, según lo demostraron cuando ya estaban excitados, hiriendo a muchas
personas, entre las cuales hubo un hombre en peligro de muerte. Para datos a
conocer lo que es este juego, se escoge una plaza grande y espaciosa para ver
mejor la corrida, cuyo sitio se cierra para seguridad de los espectadores, y
preservarlos de los peligros que pudieran acontecerles, como también evitar que
nadie entre en el cercado que no sea de la cuadrilla, la cual se compone de un
número de mozos valientes, a pie y a cuerpo para poder correr mejor y
defenderse de la fiera, llevando cada cual en la mano su correspondiente
chafarote. Luego, y cuando ya están preparados, se hace salir un toro y que
entre en la plaza, y como se asombra de ver tanta gente por todos lados, por
que a donde quiera que va se encuentra con el paso cerrado, entonces para mas
incitarle los toreros, le tiran unos palos de diez pies de largo que tienen a
la punta un pincho de hierro afilado como el de una lezna». […]
Retiráronse
el Rey y su comitiva a los respectivos alojamientos, en los que descansaron
hasta la mañana siguiente lunes veinte y ocho que el Emperador, la Infanta Doña Leonor,
y toda su corte salieron de la histórica villa de Llanes, entre las mismas
pruebas de cariño y respeto por parte de los hombres buenos y leales habitantes
con que fuera recibido de que el historiador cronista hace los mayores elogios.
La
casa de D. Juan Pariente donde se hospedó el Emperador conservó siempre su
primitivo estado de antigüedad hasta mediados del presente siglo diez y nueve,
que la adquirió y reedificó dándole forma más moderna el Señor D. José Bernaldo
de Quirós; sin embargo respetó, y aún conserva una tabla empotrada en una de
sus paredes interiores, con una inscripción en caracteres góticos de relieve,
en la que se dice – «A veinte y seis de septiembre de mil quinientos diez y siete
años Posó el Rey Don Carlos en esta Casa de Juan Pariente.–»
Fuente: “Apuntes históricos, genealógicos y biográficos de Llanes y sus
hombres” Manuel García Mijares (1893).
Nota bene de la profesora: la ortografía de este texto ha sido en parte modificada para
adaptarla a la normativa actual de la Real
Academia de la Lengua
Española RAE.
La casa de Juan Pariente es la edificación más antigua de Llanes. Está situada en la calle Mayor nº 4. Esta casa es del siglo XV, aunque de la factura
original solo se conserva la puerta de entrada de arco de medio punto. Lleva el
nombre de Juan Pariente, un oficial de la corte de Juan II de Castilla, que fue nombrado más
tarde castellano de la Villa de Llanes por Enrique IV (hermano de Isabel la Católica). La casa
es conocida también porque en ella pernoctó días
26 y 27 de septiembre de 1517 Carlos
I de España, cuando llegó por
primera vez a España.